El Gobierno de España acaba de autorizar el trasvase de 4,99 hectómetros cúbicos del Ebro a Santander.
Cantabria es espectacular. Preciosos pueblos medievales enclavados entre los picos de Europa, fabulosa costa, cuevas prehistóricas como las de Altamira. Villas como Santillana de Mar, Comillas o Potes la ha catapultado a la fama internacional, atrayendo al turismo desde cualquier parte del mundo. Pero, como diría nuestra querida señorita Lidya Grant:
La fama cuesta, y akí es donde vais a empezar a pagar. Con el agua del Ebro!
Y es que, con tanta segunda residencia, el agua no da para todos. Así protestan miles de zaragozanos ante el próximo trasvase del Ebro. No se trata de poca solidaridad. Tampoco de una sensación de posesión a lo Gollum. Bueno, igual un poco sí, reconozco que me pongo “nerviosita” cuando me tocan “mi Ebro”.
El trasvase sería en el supuesto de que “exista riesgo de abastecimiento durante el tiempo estrictamente imprescindible para completar las necesidades de la población de Santander y comarcas aledañas, debido al agotamiento de recursos en sus sistemas ordinarias de abastecimiento”.
Gobierno de Aragón no está de acuerdo con el trasvase del Ebro
La DGA ya emitió hace un mes un informe negativo a la propuesta. Ello en orden a evitar propuestas de transferencias de aguas que afecten al territorio de la Comunidad Autónoma de Aragón y para la defensa de los derechos relacionados con el agua de los aragoneses que afecten a intereses de sostenibilidad atendiendo a las generaciones presentes y futuras, en aplicación de los artículos 72.3 y 19 del Estatuto de Autonomía de Aragón. Ahora, ante la inminencia de un trasvase, queda por definir las estrategias que se van a tomar en el asunto.
Un asunto complicado, con versiones de un lado y del otro, que vuelve a la polémica de hace años. ¿Es el agua un bien nacional? ¿Debemos repartirla? ¿Es una necesidad o un lujo? ¿Estaremos hipotecando el futuro de Aragón?
Foto: Dreamon512